martes, 18 de diciembre de 2012

Relato #11

Ambos se estremecían aún mientras se recostaban, el uno al lado del otro, en la cama. Ella se acurrucó entre sus brazos, y, aún respirando de forma acelerada, apretó la nariz contra el pecho desnudo de él. Tenía la piel de gallina y los pensamientos se le acumulaban en la cabeza.
Le miró.
Habían cambiado tanto las cosas... ambos lo habían hecho.
-¿Qué te hizo volverte así? - susurró, de repente.
-¿A qué te refieres? - respondió él, desconcertado.
-Ya sabes... - así tan frío y a la vez ardiente, sumergido en los vicios, tan... - así tan distinto a cómo eras cuando te conocí.
-He madurado.
Mentira, pensó, y negó con la cabeza.
-Sabes que no es eso lo que quiero decir... ¿Qué te ha hecho tanto daño para que tengas que construirte esa coraza que te has hecho?
¿Fui yo?
-¿Qué coraza...? Anda, calla. Desvarías.
Supo que lo había pillado. Había algo, algo escondido entre las sonrisas torcidas y el sarcasmo, algo escondido bajo los jadeos y los cigarrillos que consumían esas noches.
-Entiendo... - dijo, y  le dedicó una sonrisa que significaba "Te sigo leyendo la mente". Él suspiró.
-¿Acaso te molesta que sea así?
-Sigo aquí, ¿no?
-¿Qué se supone que significa eso?
-Que quizás no somos tan distintos como crees.
-No te entiendo.
-Míranos. Consumiéndonos en placeres efímeros, absorbiendo hasta la última gota del otro, fingiendo que no somos más que eso, cuando podríamos estar haciendo algo, buscando algo que nos hiciera felices de verdad. Pero aquí estamos, fingiendo ser lejanos cuando ambos sabemos que nos necesitamos, que el uno no funciona bien sin el otro y que, a pesar de lo que escondamos, nos conocemos demasiado como para pretender que esto simplemente es sexo.
Se miraron durante largo rato mientras las palabras flotaban en el ambiente. Ella se había limitado a decir lo que ambos sabían, no hacía falta añadir nada más. Él la estrechó con fuerza y se mantuvieron en silencio, disfrutando esa paz que tan poco duraba, esa pausa del mundo real que compartían cada vez más seguido.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Os debo una disculpa

Bueno, después de pasarme unos tres meses desaparecida, me temo que os debo una disculpa o por lo menos una breve explicación. Quiero empezar esta entrada diciendo que lo siento, de verdad, porque realmente no esperaba que este "hiatus" que me he tomado de la escritura durara tanto, y, aunque os dijera que no publicaría por un tiempo, me siento culpable igual - no sé por qué jaja.
¿Qué contaros? Pues publiqué la entrada anterior porque ese mismo día, ese 30 de setiembre, un amigo mío de la infancia falleció. El golpe fue muy duro para mí, pues desde los tres años ha sido uno de mis amigos más cercanos y uno de los pocos con los que no me he peleado nunca (mi carácter es muy explosivo), y también por el hecho de que el día anterior a su muerte había pasado, después de varios meses sin vernos, la tarde con él y tres amigos más dando vueltas por el pueblo, correteando arriba y abajo y pasándolo genial. Fue realmente una cosa muy inesperada y una de las experiencias más dolorosas que he pasado en los catorce años que tengo, levantarme por la mañana y descubrir que una de las personas que más te importa se ha ido para siempre sin que lo hubieras podido imaginar jamás.
No sé si os habrá sucedido algo parecido... si es así, lo siento mucho y supongo que lo entenderéis; si no, no os lo deseo.
El caso es que ese suceso desafortunado se sumó a otros pequeños y no tan pequeños problemas personales y supuse que no iba a ser capaz de narrar nada legible por un tiempo, y así fue, sólo que duró más de lo que esperaba. Lo curioso es que si debía escribir un relato para la escuela o lo que fuere, no tenía problemas, pero a la que quería sentarme y desahogarme, era totalmente incapaz, lo cual resultó muy frustrante para mí y dificultó aún más mi retorno al mundo de blogger.
Hace alrededor de tres semanas que planeaba volver, pero quería hacerlo con un relato largo e interesante que compensara estos meses de ausencia, sólo que me encontré con otra tragedia: mi abuela, que vivía en Argentina mientras que yo resido en España, falleció este lunes tras once años de dura lucha contra el cáncer. Y me he visto hundida de nuevo, perdida, porque volví a sentir el hueco dentro, el vacío absoluto que te dejan esas personas tan queridas y necesarias cuando se van, pero esta vez algo ha cambiado.
Mi abuela fue una de las personas que más me apoyaron con la escritura desde que empecé, y se perfectamente que ella no querría que yo dejara de escribir cuando planeo volver a empezar, que no querría que me abrumara la tristeza y la desolación y me rindiera una vez más. Ella querría que luchara por mis palabras, y eso voy a hacer. Con un nombre nuevo (ahora mi nombre de usuario ha pasado a ser Riz) y nuevos motivos por los cuales hacerlo. Por mi amigo Joan, por mi abuela y por mí misma. Porque viven en mí y ahí dentro nunca morirán, y no quiero que lo hagan las palabras, que son las que sostienen mi mundo.
Así que, a pesar del desánimo, a pesar de la tristeza, a pesar del duelo, voy a volver con paso firme, y no vuelvo solo aquí: empiezo además un nuevo proyecto, ayudada por una de mis mejores amigas. Es un blog muy polifacético, estará dividido en secciones y espero que, junto con este blog y gracias a las palabras, consiga sanarme por dentro y seguir adelante con mi vida. El blog se llama Suburbia, y os invito a pasaros y a ayudarnos ya que lo empezamos con mucha ilusión pero necesitamos ayuda, cosa que agradecería mucho.

Click para entrar en Suburbia

Durante el transcurso de esta semana os publicaré el Relato #11.
Un saludo y un abrazo enorme.